La adquisición del lenguaje es una largo viaje que empieza en el fluido mundo interno del útero y continúa a través de la infancia, la adolescencia e, incluso, después.
En el pasado, se situaba la adquisición del lenguaje en torno a los 12 meses, cuando el niño produce sus primeras palabras reconocibles.
En la actualidad este proceso está en marcha desde mucho más antes, incluso antes del nacimiento. Desde la época tan precoz como las 20 semanas de gestación el sistema auditivo del feto está lo bastante desarrollado como para permitirle comenzar a procesar parte de los sonidos que se filtran a través del líquido amniótico.
El mundo del feto está inundado por un efecto sonoro de gorjeos y quejidos procedentes del cuerpo de la madre, junto con el ritmo constante de sus latidos. Estos ruidos proporcionan la primera estimulación auditiva.
Desde el sexto mes de gestación en adelante, el feto pasa la mayor de su tiempo de vigilia procesando estos especialísimos sonidos lingüísticos, cada vez más familiares, con las cualidades exclusivas de la voz de su madre y de la lengua que está hable. También se sensibiliza a la prosodia la entonación de las oraciones y las pautas rítmicas de las palabras.
Aunque a los 5 años, la mayoría de los niños y niñas habla con fluidez y facilidad, la adquisición del lenguaje dista mucho de haberse completado. Los niños siguen adquiriendo una gramática compleja y nuevos significados lingüísticos durante sus años escolares.
Como el lenguaje es dinámico, aún los adultos tenemos que adaptarnos continuamente a los cambios que se produce en nuestra lengua.
La adquisición del lenguaje consiste en aprender a poner en práctica los elementos constitutivos de la lengua (léxico), sus reglas de combinación (morfosintaxis), y, al mismo tiempo, aprender que formas lingüísticas deben utilizarse para construir un mensaje adaptado
A las reglas sociales y a un objetivo comunicativo.
Así pues, el niño debe adquirir los conocimientos lingüísticos y al mismo tiempo las reglas complejas de su uso social. Esta evolución puede expresarse en términos de la adquisición progresiva de un conjunto de conductas lingüísticas (narrar, explicar, argumentar, etc.), que se diversifican a partir del prototipo que constituye la conducta de dialogo adquirida. Esta transición se efectúa poco a poco y bajo la influencia de factores de interacción con su entorno y las informaciones recibidas por el niño, que provocan reorganizaciones de sus representaciones.
Existen investigaciones que demuestran que el lenguaje materno dirigido al niño se modifica finamente a medida que va teniendo lugar el desarrollo lingüístico de éste (entonación, acentuación, caudal de palabras, precisión articulatoria).
Así mismo, los estudios indican que el lenguaje de los padres se modifican sensiblemente según se dirigen a un niño o a una niña; además hay referencias que señalan una posible tendencia de las madres a hablar más a sus hijas que a sus hijos, a repetir más los enunciados producidos por sus hijas que a sus hijos, repetir más los enunciados más largos cuando se dirigen a sus hijas.(Cherry y Lewis, 1975).